Ni pies ni cabeza...

El café en dos tazas sin asa, y en el fondo tanta azúcar que las cucharillas se quedan clavadas, marcando su territorio.
Un reloj que suena a las en punto, y a las y media que me recuerda que han pasado tres horas y mis pupilas se han dilatado
Y no me reconozco aquí tumbada, y no me reconoces de pie corriendo hacia ti, y no nos reconocen dándonos un beso de despedida
Y mi realidad es tan abstracta que tus pestañas son mi abanico en una mañana calurosa de mayo
0 comentarios